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El Museu Picasso de Barcelona se complace en presentar la colección personal de obras de arte de Pablo Picasso. Compuesta por más de un centenar de obras –entre las que figuran unas cuarenta pinturas de Renoir, Cézanne, Rousseau, Braque, Matisse y otros-, este conjunto excepcional es el resultado de una vida y traza, a su modo, un retrato íntimo del hombre. Poder exponer finalmente en Barcelona la colección privada de Picasso cumple uno de los retos pendientes del museo y tiene un valor especial para Barcelona: nada tiene más sentido que mostrar, junto con l’exposición permanente de su obra, aquellas creaciones de otros artistas que Picasso guardó para si mismo y a través de las cuales es él mismo quien nos habla. Supone, en definitiva, dar directamente la palabra a Picasso mediante estas obras, que sabemos que mostraba a sus amigos y visitas con entusiasmo y devoción.
“Son mis amigos”: así habla Picasso de su colección. “A
fin de cuentas, ¿por qué no se va a poder heredar de los amigos?”,
confiesa un día a su marchante Kahnweiler. “En el fondo, ¿qué es
un pintor? Un coleccionista que quiere reunir una colección haciendo
él mismo los cuadros que le gustan de los demás”
Bernadac, Marie-Laure, Michael, Androula, Picasso, propos sur l’art, París, Gallimard, 1998
La creación pasa antes que la posesión. Picasso mantiene con su colección una relación de creador a creadores (pasados o presentes). Picasso quería ceder esta colección al Estado francés a condición de que se mantuviera íntegra. Cuando murió, sus herederos respetaron su voluntad. El Musée Picasso de París alberga desde entonces lo más esencial de la colección, completada por otras obras cedidas posteriormente por los herederos. La colección de Picasso fue mostrada en Múnich y en París los años 1998 y 1999 y es la primera vez que se puede ver a nuestro país. ![]() ![]() Texto de Hélène Parmelin, reproducido en el catálogo de la exposición |
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